Cuando la certeza del diálogo nos pertenece,
el mar nos envuelve hasta el beso.
el mar nos envuelve hasta el beso.
Cae de los cuerpos,
erguida en la primavera,
escondida del juego;
un grito efímero,
de ardor y curiosidad,
penetra la carne,
y preguntas,
y respuestas,
y un beso que no quiere terminar.
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