Poemas Sueltos





Negra Chimbela
Con un inmenso amor a la belleza de tu ser, abuela.
Como sabandija matutino,
como huésped de su cocina,
mi cuerpo chiquito
encuentra en el sabor al alba,
pan de ayer en café con leche;
gran tazón calentito descascarado.

En la pantalla animada,
hay un niño que desde una nave,
en un robot,
salva al mundo.

El sol sube con el tiempo,
como el olor a churrasco,
a cosquillitas de jardín pintadas,
una armonía de corridas y amor.

Despues,
en un catre naranja y amarillo
se sumerge la siesta de los dos,
tres novelas simultaneas,
contar hasta veinte,
dictado,
vereda y mate de leche,
vereda y paseo al canino angel,
ocaso,
sombras chinescas,
Todo un memorizar, recuerdos e imágenes,
para que antes del viejo de la bolsa,
la Negra Chimbela
surja de los cuentos de Elvira.






Trompo de ensueño


Suena lejos la calesita,
la de ojitos felices,
desde alguna simpleza musical.


Suena en el rincón
en el ensueño,
en la tristeza de lo que luego se va,
el pasado, se va.


Aquel caballito saltarín y el helicóptero estático
parecen correr una carrera ligera,
una carrera sin triunfador;
porque según se mire, se llevan la misma distancia.


Un caballito con hélices
un helicóptero que trastabillea;
bailan, ellos son un mismo cuerpo;
como los niños,
niños que acá no compiten, juegan
con la idea de solo girar,
como la rueda que les vendrá,
girar, como aquella calesita de un ratito.


Y que suena
como a veces la tristeza de que ella se ha marchado.






Ángela



Sabe de tu nombre el cielo,
sabe el litoral de tu voz,
donde el sonido del vasto Paraná se hace silencio.

La estrella también sabe,
cuando la noche le despierta las alas,
la estrella,
la que grito en tu cosmos,
en la sonrisa de tu adiós,
voló en el jardín de mis ojos donde tu canto
fue luz entera.

La brisa fugaz que me acaricio, tus labios,es mi estela en el cielo hacia ti.







Subiendo al alba

A Madrugada en dos ríos de Andrés Beeuwsaert

En agua esmaltada sube la canción,
orillas suaves que abren en cielo su pecho,
hasta mezclarse
encendidas, despiertas
en la madrugada, en el resplandor.
Desvelo de parpados cansados
en notas simples que hablan.
Desvelo de manos seducidas
por el canto etéreo de una mujer.
La nota cae como la voz cae,
se sumergen,
nadan en la melodía,
en el eco de la rivera
de dos ríos;
para que
la canción suba
mojada,
embellecida.



Agonía de otoño


Silva el viento,
en amarillos suelos,
en el prado de un hombre que solo mira.

Silva, como canción del litoral
para levantar el sol de la mañana
y calentar el agua pael mate,

para que surjan las palabras
la armonía con el sonido del soplido,
para que como niños salgan al juego
al único primer beso.

Ruje
y se disparan esas tiernas miradas,
para que el hombre caiga en su alma
y la mujer se sostenga de sus brazos.






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