Negra Chimbela
Con un inmenso amor a la belleza de tu ser, abuela.
Como sabandija matutino,
como huésped de su cocina,
mi cuerpo chiquito
encuentra en el sabor al alba,
pan de ayer en café con leche;
gran tazón calentito descascarado.
En la pantalla animada,
hay un niño que desde una nave,
en un robot,
salva al mundo.
El sol sube con el tiempo,
como el olor a churrasco,
a cosquillitas de jardín pintadas,
una armonía de corridas y amor.
Despues,
en un catre naranja y amarillo
se sumerge la siesta de los dos,
tres novelas simultaneas,
contar hasta veinte,
dictado,
vereda y mate de leche,
vereda y paseo al canino angel,
ocaso,
sombras chinescas,
Todo un memorizar, recuerdos e imágenes,
para que antes del viejo de la bolsa,
la Negra Chimbela
surja de los cuentos de Elvira.
Trompo de ensueño
Suena lejos la calesita,
la de ojitos felices,
desde alguna simpleza musical.
Suena en el rincón
en el ensueño,
en la tristeza de lo que luego se va,
el pasado, se va.
Aquel caballito saltarín y el helicóptero estático
parecen correr una carrera ligera,
una carrera sin triunfador;
porque según se mire, se llevan la misma distancia.
Un caballito con hélices
un helicóptero que trastabillea;
bailan, ellos son un mismo cuerpo;
como los niños,
niños que acá no compiten, juegan
con la idea de solo girar,
como la rueda que les vendrá,
girar, como aquella calesita de un ratito.
Y que suena
como a veces la tristeza de que ella se ha marchado.
Ángela
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